Como creo que cada uno de nosotros puede decidir vivir o morir y en el caso de optar por la vida es importantísimo vivirla a pleno, decidí además de mi intensa actividad laboral darme algunos gustos. Y uno de ellos ha sido volar en parapente.
Les cuento que a mis 50 años tuve una experiencia llena de adrenalina. Levantó mis endorfinas más que cualquier energizante. La posibilidad de estar suspendida en el aire, con el viento frío en la cara y un silencio absoluto fue algo fantástico. Dada mi poca movilidad, subimos con el instructor en una especie de carrito, por lo cual no hacia falta usar mis piernas. Con un motorcito detrás ascendimos, luego este se paró y llegó el momento de éxtasis. Disfrutar de la imagen del campo, de los árboles y las aves que nos pasaban cerca. Realmente imperdible!!!
Para bajar nuevamente el instructor usó el motor y mis piernas siempre estuvieron a salvo.
Hace unos pocos días me enteré de otro instructor, en las sierras de Córdoba que mediante una silla especial logra que las personas puedan volar solas aunque tengan alguna limitación física como la mía.
Para algunos esta experiencia despertará admiración, para otros, indiferencia y por supuesto habrá quien piense que fue una locura. Solo puedo decirles que lo importante es trascender y no permitir que las barreras mentales, emocionales y físicas se transformen en un estorbo para ser feliz.
Como diría el poeta, “Lánzate al vacío, se extenderán tus alas…”
miércoles, 14 de julio de 2010
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